1930, Miércoles, 9 de abril
Ahora pienso (con respecto a Las olas) que, con muy pocas pinceladas, se dan las características esenciales del carácter de una persona. Debe hacerse con audacia, casi como en una caricatura. Ayer comencé lo que quizá sea la última etapa. Igual que las restantes partes del libro, escribo esta última a sacudidas. No consigo hacer lo que quiero hacer; pero me siento atraída hacia el libro, y vuelvo a la carga. Tengo esperanzas de que esto comporte solidez; y que se refleje en mis frases. El abandono de El faro y Orlando queda frenado aquí en gran parte por las dificultades que la forma ofrece, como ocurrió en El cuarto de Jacob. Creo que, por el momento, éste es el libro en que he llegado más lejos, aun cuando, naturalmente, quizá tenga fallos en algunos puntos. Creo que me he mantenido estoicamente fiel a la concepción original. Temo que la labor de volver a escribir el libro tenga que ser tan severa que quizás embarre todo lo hecho hasta ahora. Puede ser muy imperfecto. Pero creo que es posible que haya colocado mis estatuas destacando contra el cielo.